Perdóname
Cuán
penoso resulta decir... perdóname...
Cuando
el camino se bifurca...
Cuando
todo ha terminado.
Necesitando,
suplicando tu perdón por los agravios,
Soñando
que me perdonas, que no hay rencor,
En
la cima de la incongruencia te lo pido,
Yo
que nunca a perdonar he aprendido,
Yo
que vivo de rencores impregnado.
Perdóname...
Por
querer, por intentar, por luchar porque me amaras en la magnitud del universo,
sin límites, como te amé.
Por
necesitar con urgencia tu presencia,
Por
querer oír tu voz a cada instante,
Por
querer seguir tus pasos con insistencia.
Perdóname...
Por
importunar tu tranquilidad con tantas frases y palabras llenas de cursilería.
Por
querer que apreciaras cada letra, cada línea, cada frase
que
el alma sin control te dedicaba.
Por
llevar a cuestas la carga de un hombre enamorado.
Perdóname...
Por
desequilibrar tu armonía,
Por
robarte la tranquilidad,
Por
esos sobresaltos y angustias de una doble vida;
Por
mantenerte en la obscuridad,
Por
no lograr convencerme de que eras la persona con la que debía hacer mi vida.
Perdóname...
Porque
como un ladrón me he llevado una parte de ti que jamás devolveré y permanecerá
eternamente en mí impregnada.
Pero
sobre todo...
Perdóname...
Porque
aún en los álgidos momentos del amor y del placer futuro,
Jamás
podrás sacarme de tus sueños y recuerdos.
Por
causarte la eterna frustración
De
no volver a sentirte tan amada, tan admirada, tan deseada...
Tan
feliz, como lo fuiste conmigo.
Quique Gavilán