Amor Prohibido  

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Una llama que se extingue... una hoguera que crece

Estoy solo en mi oficina y con el tiempo encima, necesito urgentemente terminar el informe semanal para el comité.

Los cálculos cada día son más complejos y lentos. La verdad, como he extrañado la expansión de memoria que la semana pasada fue retirada de mi computadora por un desperfecto y que hasta ahora no me han repuesto.

Mientras el ordenador se sumerge en un sinfín de cálculos, saco un cigarrillo y busco el encendedor. Entre la pila de papeles y el desorden de mi escritorio, no lo encuentro. Busco en el cajón del lado izquierdo y descubro una cajita de obsoletos cerillos que solo Dios sabe desde cuando estarán ahí.

Enciendo un cerillo y transmito el fuego al extremo del cigarrillo para dar la primera bocanada. Observo la flama que se mezcla con hilillos de humo procedentes de la braza del tabaco. Esa llama que después de haberse encendido en un rápido estallido, con la misma rapidez también se va consumiendo hasta desaparecer, como el ojo de un cíclope moribundo que se cierra hasta quedar sin vida.

Es paradójico que algo tan portentoso como el fuego resulta tan efímero en la llama de un cerillo.

Ayer una buena amiga me contaba sus tribulaciones. Hace tan solo un año se entregaba a aquel hombre en un remolino de sensaciones hasta ese momento desconocidas, descubriendo el fuego infinito por tanto tiempo guardado que la abrazaba por dentro y por fuera. ¿Cómo era posible que un hombre fuera capaz de producirle ese maremágnum de sensaciones a las que no podía más que abandonarse, sin tener control de su cuerpo y su mente?. Sí, había sido increíble encontrarse con esa respuesta de su cuerpo. Nunca imaginó la posibilidad de su existencia. –Creo que sentir el primer orgasmo fue reconocer mi fuerza vital, saber, estar segura de que tengo alma, que existe un Dios-, y continuaba -Solo Dios pudo haber dotado a la mujer de esas posibilidades y solo el alma puede percibir tan grande placer, no puede ser solo corporal y no es algo fortuito. ¡Sí!; el orgasmo debe tener origen divino. Me transporta en unos segundos al espacio infinito. Es como si una galaxia entera fuera devorada por el hoyo negro de mi sexo, inundándome de luz y de todos los colores del espectro, visibles e invisibles, estallando en mi interior, convulsionándome, haciéndome casi perder el sentido, para luego sumirme en una paz interior, un sentimiento de tranquilidad, de que nada aqueja, no hay dolor ni sufrimiento, todo es calma... somnolencia. La calma que sigue al huracán. El silencio que sigue al grito de placer. Es una paz celestial. ¡Definitivamente, el orgasmo tiene origen divino!-.

Y hoy,... tan solo un año después, algo había cambiado. Estaba conciente de seguirlo amando igual o más que el primer día y sin embargo ya no se estremecía como entonces. Quería volver a sentir todo ese mundo de emociones que con él descubrió. Ahora, las caricias que le prodigaba en la intimidad las sentía tiernas y amorosas pero ya no encendían su deseo que se hallaba dormido e incapaz de despertar. -¿Es culpa mía?, ¿del tiempo?. ¿Es quizá el desinterés que experimenta un pequeño a los tres días de recibir un juguete?. Algo sucede y no se que es-.

-Ahora, después del encuentro íntimo, recibo un tierno beso. Mi sexo congestionado, apenas comienza a despertar cuando todo acaba. Quiero dormir y la fantasía llega a mi cabeza. Siento sobre mi, fuertes manos que recorren mis senos, mi vientre, mis bien torneadas piernas. Buscan ávidamente la fuente del placer entre mis muslos. Tocan, acarician, oprimen. Dedos ágiles y largos que entran y salen, que aprisiono para hacer más larga su estancia antes de su retirada y de una nueva acometida. Dedos que hurgan, buscan en mi interior, acicatean mi deseo y por fin detonan la explosión. Después... la tranquilidad, el sueño se apodera de mí. Entonces me percato de que mis manos se encuentran húmedas, escurren el mosto de mis entrañas. Descubro con vergüenza que el placer que acabo de experimentar fue proporcionado por mi misma. Un sentimiento de culpa se apodera de mi. Y ese placer, esas sensaciones autoproporcionadas no se comparan con aquel que experimentaba hace un año, no son ni un milésimo de aquel que sentía con mi hombre. ¿Hay algo más frustrante que sentirse avergonzada y medianamente satisfecha?-.

Hoy al recordar esas palabras, nuevamente sentí pena y alegría.

Pena por esa pareja que en plenitud de juventud, en tan corto plazo extinguen su relación como la llama de un cerillo. Pena de que una preciosa mujer, tan llena de encantos se sienta avergonzada por proporcionarse un poco del placer que no sabe brindarle aquel que duerme a su lado. Pena por el triste fin que depara el futuro a esa unión.

Pero alegría porque pareciera increíble. Quince años de relación contigo, mi Refugio. Son quince años de compartir muchas cosas. Quince años de que la pequeña llama de un galanteo encendió una hoguera de amor, pasión, deseo, lujuria tal vez. Pero también respeto, ternura y comprensión.

Pareciera increíble, quince años, casi cinco mil quinientos días y cada encuentro es diferente. Nuestra imaginación es grande para encontrar nuevas formas de amar, de sentir de proporcionarnos un juego amoroso que nos hará tocar las estrellas. ¿Somos muy creativos? no lo se, sin embargo, cada día hay una nueva fantasía que realizar.

Imagino tocar tu piel desnuda y ya la excitación es notoria. Inconscientemente tengo la mano en mi entrepierna y... ¡un fallo en el programa!, los coeficientes de correlación son inconsistentes. Me aplico a su recálculo comprobando el error y alimento el dato correcto. Otra vez a iniciar el proceso y a esperar pacientemente el resultado para poder incluirlos en el informe.

Regreso a tu imagen, miro tus ojos mientras acaricio tu pecho. Traigo a mi memoria nuestros últimos juegos eróticos, ¡vaya imaginación que tenemos!. La dureza que se subleva contra mi pantalón ya empieza a incomodar. ...Y... ¿por qué no? con esas imágenes en mi mente y mi virilidad al máximo tal vez convenga la autosatisfacción. Pienso que sería hermoso que estuvieras en la oficina e hiciéramos el amor en mi escritorio, pero esa es una fantasía de las miles que aún guardo para hacerlas realidad en algún momento. La realidad es que tú no estás y necesito descargar toda esta excitación que me provocas. Aprieto la mano sobre el pantalón. Aún cuando no hay nadie en la oficina, busco un lugar más privado, tal vez el baño.

A punto de dejar mi escritorio suena el teléfono...

¿Si... bueno?...

Mi amor, estaba pensando en ti y no te imaginas cómo...

¿Acaso eres adivina?,

Ojalá estuvieras aquí, tengo tanta necesidad de ti...

No, no ¿cómo crees?, jamás se me ocurriría hacerlo en la oficina...

De verdad me lees el pensamiento...

Sí... sí, estoy de acuerdo, ¿para que gastar la pólvora en infiernitos?

Sí... nos vemos al rato, en donde siempre....

No te imaginas lo que te espera... si, un nuevo jueguito que te va a gustar

Yo también te amo, te necesito y te deseo.

Hasta dentro de un ratito.

Cuelgo el teléfono. Por fin concluye el proceso. Incluyo mis cálculos en el reporte y salgo volando hacia el edificio corporativo para llegar puntualmente a la reunión del comité.

En mi pensamiento nuevamente está esa pareja.

Vaya vaya. Lo que los jóvenes de hoy tienen que aprender...

Quique Gavilán